Atenea

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La Acrópolis de Atenas. L. v. Klenze (1784-1864)

 

Pausanias, Descripción de Grecia I, 28, 2 (Trad. Mª C. Herrero Ingelmo)

...Los atenienses han dedicado dos exvotos con los diezmos de los botines de guerra: una estatua de bronce de Atenea con el botín tomado a los medos que desembarcaron en Maratón, obra de Fidias -la <lucha> sobre su escudo de los Lapitas contra los Centauros y todas las demás cosas dicen que las cinceló Mis, y que éstas y las restantes obras suyas las diseñó Parrasio, hijo de Evénor. La punta de lanza y el penacho del casco de esta Atenea son ya visibles para los que se acercan navegando desde Sunio-, y también hay un carro de bronce, diezmo de los beocios y de los calcidios de Eubea.

 

Reconstrucción del frontón oriental y frontón occidental del Partenón

 

 

 

Pausanias, Descripción de Grecia I, 24, 5 (Trad. Mª C. Herrero Ingelmo)

...Entrando en el templo que llaman Partenón, todo lo que están en el llamado frontón hace referencia al nacimiento de Atenea,

 

 

mientras en la parte posterior está la disputa de Posidón con Atenea por la tierra.

 

 

Reconstrucción del interior del Partenón

 

La imagen está hecha de marfil y oro. En medio del casco hay una figura de la Esfinge -lo que se dice de la Esfinge los escribiré cuando mi exposición se ocupe de los asuntos beocios-, y a uno y otro lado del yelmo hay grifos esculpidos en relieves. Estos grifos dice Aristeas de Proconeso en sus versos que lucharon por el oro con los arimaspos de más allá de los isedones; y que el oro que guardan los grifos nace de la tierra. Los arimaspos son todos hombres de un solo ojo desde su nacimiento, y los grifos unos animales parecidos a leones con alas y pico de águila. Sobre los grifos baste lo dicho.

Reconstrucción de la estatua de Atenea Párteno. Royal Ontario Museum

 

 

 

 

La estatua de Atenea se de pie con manto hasta los pies, y en su pecho tiene insertada la cabeza de la Medusa de marfil; tiene una Nike de aproximadamente cuatro codos y en la mano una lanza; hay un escudo junto a sus pies y cerca de la lanza una serpiente; esta serpiente podría ser Erictonio. En la base de la estatua está esculpido el nacimiento de Pandora.

Hesíodo y otros poetas cantaron cómo esta Pandora fue la primera mujer. Antes de que naciese Pandora no existía una estirpe de mujeres.

 

 

 

Atenea armándose. Lecito. Ca. 470 a.C. Museum of Fine Arts, Boston

Homero, Ilíada V, 733 ss.

(Traducción L. Segalá)

 

Atenea, hija de Zeus, que lleva la égida, dejó caer al suelo el hermoso peplo bordado que ella misma tejiera y labrara con sus manos, vistió la coraza de Zeus, que amontona las nubes, y se armó para la luctuosa guerra. Suspendió de sus hombros la espantosa égida floqueada que el terror corona: allí están la Discordia, la Fuerza y la Persecución horrenda; allí la cabeza de la Medusa, monstruo cruel y horripilante, portento de Zeus que lleva la égida. Cubrió su cabeza con áureo casco de doble cimera y cuatro abolladuras, apto para resistir a la infantería de cien ciudades. Y subiendo al flamante carro, asió la lanza poderosa, larga, fornida, con que la hija del prepotente padre destruye filas enteras de héroes cuando contra ellos monta en cólera. Hera picó con el látigo a los bridones, y abriéronse de propio impulso, rechinando, las puertas del cielo, de que cuidan las Horas —a ellas está confiado el espacioso cielo y el Olimpo— para remover o colocar delante la densa nube. Por allí, a través de las puertas, dirigieron los corceles dóciles al látigo y hallaron al Cronión, sentado aparte de los otros dioses, en la más alta de las muchas cumbres del Olimpo.

 

 

Atenea con el escudo decorado con el gorgoneion (cabeza de la Gorgona). Ánfora, Ca. 490 a.C. Antikenmuseum, Basel,

 

Píndaro, Píticas X 44-48

(Traducción Grupo Tempe)

A esta reunión de varones venturosos vino un día –pues Atenea lo guiaba- el hijo de Dánae respirando audaz bravura. Mató a la Gorgona y llegó trayéndoles a los isleños la moteada cabeza con rizos de serpientes, muerte petrificadora.

 

 

Aquiles desnuda la espada contra Agamenón y es detenido por Atenea. G. Tiépolo, 1757. Villa Valmarana ai Nani, Vicenza

Homero, Ilíada I, 188-218 (Traducción L. Segalá)

Acongójese el Pelida, y dentro del velludo pecho su corazón discurrió dos cosas: o, desnudando la aguda espada que llevaba junto al muslo, abrirse paso y matar al Atrida, o calmar su cólera y reprimir su furor. Mientras tales pensamientos revolvía en su mente y en su corazón y sacaba de la vaina la gran espada, vino Atenea del cielo: envióla Hera, la diosa de los níveos brazos, que amaba cordialmente a entrambos y por ellos se preocupaba. Púsose detrás del Pelida y le tiró de la blonda cabellera, apareciéndose a él tan sólo; de los demás, ninguno la veía. Aquileo, sorprendido, volvióse y al instante conoció a Palas Atenea, cuyos ojos centelleaban de un modo terrible. Y hablando con ella, pronunció estas aladas palabras:

—¿Por qué, hija de Zeus, que lleva la égida, has venido nuevamente? ¿Acaso para presenciar el ultraje que me infiere Agamemnón hijo de Atreo? Pues te diré lo que me figuro que va a ocurrir: Por su insolencia perderá pronto la vida.

Díjole Atenea, la diosa de los brillantes ojos:
— Vengo del cielo para apaciguar tu cólera, si obedecieres; y me envía Hera, la diosa de los níveos brazos, que os ama cordialmente a entrambos y por vosotros se preocupa. Ea, cesa de disputar, no desenvaines la espada e injúriale de palabra como te parezca. Lo que voy a decir se cumplirá: Por este ultraje se te ofrecerán un día triples y espléndidos presentes. Domínate y obedécenos.

Contestó Aquileo, el de los pies ligeros:
— Preciso es, oh diosa hacer lo que mandáis aunque el corazón esté muy irritado. Obrar así es lo mejor. Quien a los dioses obedece, es por ellos muy atendido.

Atenea armada. Ánfora, ca. 525 a.C. Antikenmuseen, Berlín.

 

 

Homero, Ilíada V 1-8

(Traducción L. Segalá)

 

Entonces Palas Atenea infundió a Diomedes Tidida valor y audacia, para que brillara entre todos los argivos y alcanzase inmensa gloria, e hizo salir de su casco y de su escudo una incesante llama parecida al astro que en otoño luce y centellea después de bañarse en el Océano. Tal resplandor despedían la cabeza y los hombros del héroe cuando Atenea le llevó al centro de la batalla, allí donde era mayor el número de guerreros que tumultuosamente se agitaban.

 

 

 

 

Atenea ataca. Lecito ca. 500 -480 a.C. Museo del Louvre, París.

 

Homero, Ilíada IV 127-140

(Traducción L. Segalá)

 

No se olvidarán de ti, oh Menelao, los felices e inmortales dioses y especialmente la hija de Zeus, que impera en las batallas; la cual, poniéndose delante, desvió la amarga flecha: apartóla del cuerpo como la madre ahuyenta una mosca de su niño que duerme plácidamente, y la dirigió al lugar donde los anillos de oro sujetaban el cinturón y la coraza era doble. La amarga saeta atravesó el ajustado cinturón, obra de artífice; se clavó en la magnífica coraza, y rompiendo la chapa que el héroe llevaba para proteger el cuerpo contra las flechas y que le defendió mucho, rasguñó la piel y al momento brotó de la herida la negra sangre.

 

 

 

 

Ulises, Atenea, Nausícaa y compañeras

Homero, Odisea VI 223 ss.

(Traducción L. Segalá)

 

Ellas se apartaron y fueron a contárselo a Nausícaa. Entre tanto el divinal Odiseo se lavaba en el río quitando de su cuerpo el sarro del mar que le cubría la espalda y los anchurosos hombros, y se limpiaba la cabeza de la espuma que en ella había dejado el mar estéril. Mas después que, ya lavado, se ungió con el pingüe aceite y se puso los vestidos que la doncella, libre aún, le había dado, Atenea, hija de Zeus, hizo que pareciere más alto y más grueso, y que de su cabeza colgaran ensortijados cabellos que a flores de jacinto semejaban. Y así como el hombre experto, a quien Hefesto y Palas Atenea enseñaron artes de toda especie, cerca de oro, la plata y hace lindos trabajos, de semejante modo Atenea difundió la gracia por la cabeza y por los hombros de Odiseo. Este, apartándose un poco, se sentó en la ribera del mar y resplandecía por su gracia y hermosura. Admiróse la doncella…

 

 

Atenea con un joven

Homero, Odisea II 267 ss.

(Traducción L. Segalá)

 

… Acercósele Atenea, que había tomado el aspecto y la voz de Méntor, y le dijo estas aladas palabras:

—¡Telémaco! No serás en lo sucesivo ni cobarde ni imprudente, si has heredado el buen ánimo que tu padre tenía para llevar a su término acciones y palabras; si así fuere, el viaje no lo harás en vano, ni quedará por hacer. Mas, si no eres hijo de aquél y de Penelopea, no creo que llegues a efectuar lo que anhelas. Contados son los hijos que se asemejan a sus padres, los más salen peores, y tan solamente algunos los aventajan. Pero tú, como no serás en lo futuro ni cobarde ni imprudente, ni te falta del todo la inteligencia de Odiseo, puedes concebir la esperanza de dar fin a tales obras. No te dé cuidado, pues, lo que resuelvan o mediten los insensatos pretendientes; que éstos ni tienen cordura ni practican la justicia, y no saben que se les acerca la muerte y la negra Moira para que todo, acaben en un mismo día.

Ese viaje que anhelas no se diferirá largo tiempo: soy tan amigo tuyo por tu padre, que aparejaré una velera nave y me iré contigo. Vuelve a tu casa, mézclate con los pretendientes y ordena que se dispongan provisiones en las oportunas vasijas, echando el vino en ánforas y la harina, que es la sustentación de los hombres, en fuertes pellejos; y mientras tanto juntaré, recorriendo la población, a los que voluntariamente quieran acompañarte. Muchas naves hay, entre nuevas y viejas, en Itaca rodeada por el mar: después de registrarlas, elegiré para ti la que sea mejor y luego que esté equipada la entregaremos al anchuroso ponto.

 

 

Atenea con un joven, detalle. Ánfora, ca. 460 a.C. University Museum, University of Pennsylvania, Philadelphia

v. 382 ss.

Entonces Atenea la deidad de ojos de lechuza, ordenó otra cosa. Tomó la figura de Telémaco, recorrió la ciudad, habló con distintos varones y les encargó que al anochecer se reunieran junto al barco. Pidió también una velera nave al hijo preclaro de Fronio, a Noemón, y éste se la cedió gustoso.

Púsose el sol y las tinieblas ocuparon todos los caminos. En aquel instante la diosa echó al mar la ligera embarcación y colocó en la misma cuantos aparejos llevan las naves de muchos bancos. Condújola después a una extremidad del puerto, juntáronse muchos y excelentes compañeros, y Atenea los alentó a todos.

Entonces Atenea, la diosa de ojos de lechuza, ordenó otra cosa. Fuése al palacio del divinal Odiseo infundióles a los pretendientes dulce sueño, les entorpeció la mente en tanto que bebían, e hizo que las copas les cayeran de las manos. Todos se apresuraron a irse por la ciudad y acostarse, pues no estuvieron mucho tiempo sentados desde que el sueño les cayó sobre los párpados.

Y Atenea, la de ojos de lechuza, que había tomado la figura y la voz de Méntor, dijo a Telémaco después de llamarle afuera del cómodo palacio:

—¡Telémaco! Tus compañeros, de hermosas grebas, ya se han sentado en los bancos para remar, y sólo esperan tus órdenes. Vámonos y no tardemos en comenzar el viaje.

Cuando así hubo hablado, Palas Atenea echó a andar aceleradamente, y Telémaco fue siguiendo las pisadas de la diosa. Llegaron a la nave y al mar, y hallaron en la orilla a los melenudos compañeros.

 

 

Atenea en pie. Ánfora, ca. 460 a.C. Museum of Art, Rhode Island School of Design

 

Sófocles, Ayante 34-37 (Traducción Grupo Tempe)

Odiseo. –Te has presentado en el momento oportuno; pues en todo, tanto en el pasado como en el futuro, tu mano es la que me guía.

Atenea. –Yo ya lo sabía, Odiseo, y desde hace rato me puse en tu camino como resuelto guardián de tu persecución.

 

Sófocles, Ayante 447-456 (Traducción Grupo Tempe)

(Palabras en boca de Ayante)

“Y si estos ojos y la mente extraviada no se hubieran desviado de mi intención, nunca hubieran vuelto a sentenciar los Atridas así contra otro hombre. Ahora la indómita hija de Zeus, la de aterradora mirada, cuando dirigía ya mi brazo contra ellos me hizo fracasar, infundiéndome un rapto de locura, de suerte que en estos animales he ensangrentado mis manos. Y aquéllos se ríen porque se han librado contra mi voluntad. Pero, cuando es un dios el que inflige el daño, incluso el débil podría esquivar al poderoso”.

 

Atenea y dos hombres. Ánfora, ca. 530 a.C. University Museum, University of Pennsylvania

Homero, Ilíada VI 263-311 (Traducción L. Segalá)

Respondióle el gran Héctor, de tremolante casco:
—No me des vino dulce como la miel, veneranda madre, no sea que me enerves y me hagas perder valor y fuerza. No me atrevo a libar el negro vino en honor de Zeus sin lavarme las manos, ni es lícito orar al Cronión, el de las sombrías nubes, cuando se está manchado de sangre y polvo. Pero tú congrega a las matronas, llévate perfumes, y entrando en el templo de Atenea que impera en las batallas, pon sobre las rodillas de la deidad de hermosa cabellera el peplo mayor, más lindo y que más aprecies de cuantos haya en el palacio; y vota a la diosa sacrificar en su templo doce vacas de un año, no sujetas aún al yugo, si, apiadándose de la ciudad y de las esposas y niños de los troyanos, aparta de la sagrada Ilión al hijo de Tideo, feroz guerrero cuya valentía causa nuestra derrota. Encamínate, pues, al templo de Atenea, que impera en las batallas, y yo iré a casa de Paris a llamarle, si me quiere escuchar. ¡Así la tierra se lo tragara! Crióle el Olímpico como una gran plaga para los troyanos y el magnánimo Príamo y sus hijos. Creo que si le viera descender al Hades, olvidaríase mi alma de los enojosos pesares.

Atenea junto a un altar. Ánfora, ca. 500 a.C.University Museums, University of Mississippi

De esta suerte se expresó. Hécuba volviendo al palacio, llamó a las esclavas, y éstas anduvieron por la ciudad y congregaron a las matronas; bajó luego al fragante aposento donde se guardaban los peplos bordados, obra de las mujeres que se llevara de Sidón el deiforme Alejandro en el mismo viaje en que robó a Helena , la de nobles padres; tomó, para ofrecerlo a Atenea, el peplo mayor y más hermoso por sus bordaduras, que resplandecía como un astro y se hallaba debajo de todos, y partió acompañada de muchas matronas.

Cuando llegaron a la acrópolis, abrióles las puertas del templo Teano, la de hermosas mejillas, hija de Ciseo y esposa de Antenor, domador de caballos, a la cual habían elegido los troyanos sacerdotisa de Atenea. Todas, con lúgubres lamentos, levantaron las manos a la diosa. Teano, la de hermosas mejillas, tomó el peplo, lo puso sobre las rodillas de Atenea, la de hermosa cabellera, y orando rogó así a la hija del gran Zeus:

—¡Veneranda Atenea, protectora de la ciudad divina entre las diosas! ;Quiébrale la lanza a Diomedes, concédenos que caiga de pechos en el suelo, ante las puertas Esceas, y te sacrificaremos en este templo doce vacas de un año, no sujetas aún al yugo, si de este modo te apiadas de la ciudad y de las esposas y niños de los troyanos!

Tal fue su plegaria, pero Palas Atenea no accedió.

 

Reconstrucción del barco en el que se transportaba el peplo. Peter Connolly

 

Heliodoro, Las Etiópicas o Teágenes y Cariclea I, 10, 1

(trad. Grupo Tempe)

"Durante la celebración de las Grandes Panateneas, cuando los atenienses llevan en procesión por tierra el barco como ofrenda a Atenea, yo, que era uno de los efebos, después de cantar el peán ritual en honor de la diosa y de ir al frente de la procesión según la costumbre tradicional..."

 

 

 

 

Entrega del peplo. Friso panatenaico. British Museum, Londres.

Eurípides, Hécuba 467-474 (trad. Grupo Tempe)

"¿O acaso en la ciudad de Palas Atenea, la de hermoso carro, habré de uncir potros en un peplo azafranado, bordándolos en artísticos tejidos de flor de azafrán, o el linaje de los Titanes, al que Zeus Cronida dio eterno descanso con su llama rodeada de fuego?"

Entrega del peplo. Friso panatenaico, dibujo.

 

Escolios a Eurípides, Hécuba 467-474 (trad. Grupo Tempe)

Pues las doncellas no sólo lo tejían según dice Apolodoro en el... Sobre los dioses, sino también las mujeres adultas al decir de Ferécrates en el Dulodidáscalos. Que es de color azafrán y de color violáceo y que tiene bordados los Gigantes lo pone de relieve Estrátide. Y éste lo ofrecen de cuatro en cuatro años en las Panateneas.

 

Atenea pensativa. Bajorrelieve Ca. 460 a.C. Museo de la Acróplis, Atenas.

 

 

 

 

Apolodoro, Biblioteca III, 12, 3

(Traducción M. Rodríguez de Sepúlveda)

 

…La historia acerca del Paladio es así: dicen que cuando nació atenea fue criada por Tritón, cuya hija era Palas. Las dos se ejercitaban en el arte de la guerra y en una ocasión riñeron. Palas estaba a punto de golpear a Atenea, pero Zeus, temeroso, inerpuso su égida, y cuando Palas sorprendida miró hacia arriba, cayó herida por Atenea. Ésta, muy afligida, fabricó una imagen semejante a Palas, le cubrió el pecho con la égida que ella había temido, y colocándola al lado de Zeus la veneró. Más tarde Electra, en el momento de su ultraje, buscó refugio junto a la imagen, y Zeus arrojó el Paladio y a Ate al país ilíaco. Ilo construyó un templo y le dio culto. Esto se cuenta acerca del Paladio.

 

 

 

 

 

 

 

Palas Atenea por G. Klimt, 1898

 

 

 

 

 

Aristófanes, Las tesmoforias 1136-1142

(Traducción Grupo Tempe)

 

“A Palas, que ama las danzas, suelo llamar aquí al corro, a la joven virgen que no conoce el yugo, la dueña de nuestra ciudad, la única que tiene un poder manifiesto y a la que llamamos ‘dueña de las llaves’”.

 

 

 

 

 

 

 

 

Detalle del enfrentamiento de Atenea y Posidón. Frontón occidental del Partenón.

San Agustín, Ciudad de Dios XVIII, 9

(Traducción Grupo Tempe)

 

He aquí el origen asignado por Varrón al nombre de Atenas. Viene de Minerva, que en griego se dice !Aqhna'. De buenas a primeras surgió allí un olivo y brotó agua en otro lugar. Entonces el rey, movido por estos prodigios, envió a preguntar al Apolo de Delfos qué significaba aquello o qué se debía hacer. Respondió que la oliva significaba a Minerva, y el agua, a Neptuno, y que los ciudadanos podían elegir de esos dos nombres uno para la ciudad.

Minerva. P. Ch. Simart

 

 

Cécrope, recibido el oráculo, convocó a todos los ciudadanos de ambos sexos. (La costumbre admitía también a las votaciones públicas a las mujeres). Propuesta la cuestión, los hombres votaron por Neptuno, y las mujeres, por Minerva. Y, como había una mujer más, ganó la votación Minerva. Entonces Neptuno, irritado, asoló con las olas encrespadas del mar las tierras de los atenienses, porque no es posible a los demonios dar más extensión al flujo de las aguas. El mismo autor dice que, para amansar sus iras, las mujeres fueron castigadas por los atenienses con tres penas: carecer en adelante de voto, no imponer el nombre de la madre a ningún hijo y no ser llamadas atenienses. Así, aquella ciudad, madre y nodriza de las artes liberales y de tantos y tan ilustres filósofos, que son lo más glorioso y noble de Grecia, fue llamada Atenas por un juego de los demonios sobre los dioses que ocasionó la victoria de las mujeres.

 

 

 

Constest between Athene and Neptune. A. Lombardo. 1508. The Hermitage, San Petersburgo

 

 

Virgilio, Geórgicas I, 12 ss.

(Trad. T. de la Ascensión Recio García)

 

"Y tú, Neptuno, en cuyo honor la tierra herida por tu gran tridente brotó al punto el relichante caballo".

 

 

 

Nacimiento de Erictonio. Gea entrega Erictonio a Atenea. Kylix, ca.440 a.C.Antikensammlung,
Berlín

 

Apolodoro, Biblioteca III 14, 6

(Traducción Grupo Tempe)

 

Respecto a éste (Erictonio) unos dicen que era hijo de Hefesto y de Átide, la hija de Cráneo, y otros que de Hefesto y Atenea de la siguiente manera: Atenea había acudido a Hefesto para que le fabricase unas armas, pero él, que había sido abandonado por Afrodita, sucumbió de deseo por Atenea y comenzó a perseguirla, pero ella se escapaba. Cuando tras mucho esfuerzo, pues era cojo, consiguió acercársele, intentó poseerla, pero ésta, que era casta y virgen, no se dejó, y Hefesto eyaculó en la pierna de la diosa; ella asqueada lo limpió con un copo de lana y lo tiró al suelo. Atenea salió huyendo y del semen caído en el suelo nació Erictonio. Lo crió a escondidas de los dioses, deseosa de hacerlo inmortal.

 

 

 

Atenea y Aracne. J. R. Tintoretto, ca. 1475-1485

Ovidio, Metamorfosis VI, 70-86, 101 s. y 129-145

(Traducción Grupo Tempe)

 

Palas borda en la ciudadela cecropia el Peñasco de Marte y la vieja disputa por el nombre del país. Doce divinidades, con Júpiter en el centro, están sentadas con augusta majestad en altos sitiales; el aspecto de cada uno de los dioses lo señala entre los demás; la imagen de Júpiter es la propia del soberano. Palas hace que esté en pie el dios del piélago y que golpee las duras rocas con su largo tridente, y hace que de la herida de la roca, de su entraña, brote un mar, prenda con la que propone ganarse la ciudad. A sí misma se da un escudo, se da una lanza de aguda punta, se da un casco en la cabeza, se protege el pecho con la égida, y representa cómo la tierra, golpeada por la punta de su lanza, hace surgir una criatura vegetal, un olivo que blanquea, provisto de sus frutos, y cómo los dioses se admiran; una Victoria es el remate de la obra. Pero, para que la rival de su obra comprenda con ejemplos cuál es el premio que puede esperar por tan insano atrevimiento, en cuatro lugares añade cuatro competiciones (A la tracia Ródope y a Hemo que se dieron a sí mismos los nombres de los dioses. A una pigmea que vencida en combate por Hera, ésta convirtió en grulla para que luchara contra los suyos, los pigmeos. A Antígona, hija de Laomedonte, que también pretendió competir con Hera y ésta transformó en cigüeña. Y a Cíniras, que en su propia hija Esmirna (Mirra) engendró a Adonis ). Los bordes de la tela los circunda de ramas de olivo de la paz (tal es el ribete) y con su árbol pone fin a su trabajo.

Palas y Aracne. P.P. Rubens, 1636-1637, Virginia Museum of Fine Arts

 

[Aracne teje un tapiz que ridiculiza a los dioses (Incluye los amores de Zeus con distintas mortales: Europa, Leda, Dánae, así como los de Posidón, Apolo, Dioniso y Crono)].

No podría Palas, no podría la Envidia poner reparos a aquella obra; a la varonil doncella rubia le dolió aquel éxito, y rompió aquellas ropas bordadas que eran cargos contra los dioses; y conforme tenía en la mano una lanzadera golpeó tres o cuatro veces en la frente a Aracne. La regó con los jugos de una hierba. Como araña trabaja [Aracne] sus antiguas telas.

 

Véanse otras versiones y comentario

 

 

Atenea y Marsias. Mirón. 450 a.C.

Ovidio, Fastos 6, 696-711

(Traducción Grupo Tempe)

 

“El gremio de los flautistas corresponde también a mis inventos. Fui la primera en lograr que una larga flauta diese notas perforando una caña de boj con unos cuantos agujeros. La melodía me gustó; pero en las aguas cristalinas que reflejaban mi cara vi que mis mejillas de doncella se hincharon. ‘La música me importa un comino; vete a paseo, flauta mía’, dije; el césped de la ribera la recogió en cuanto la hube tirado. Sin embargo, yo soy la inventora y promotora de esta música. Ésta es la razón por la que esta profesión festeja mis días.”

 

 

 

Minerva y las Musas. J. Stella, 1640-45. Museo del Louvre, París

Calímaco, Himnos V, al baño de Palas  57-105

(Traducción Grupo Tempe)

 

Había una vez en Tebas una ninfa, la madre de Tiresias, a la que amó Atenea mucho, más que a ninguna de sus compañeras, y no se separaba de ella jamás. Cuando guiaba sus caballos hacia la antigua Tespias o hacia Haliarto, a través de los campos de los Beocios, o hacia Coronea, donde tiene un recinto perfumado y unos altares junto al río Curalio, muchas veces la diosa la hizo montar sobre su carro; ni las conversaciones de las ninfas ni sus coros de danza le resultaban agradables, si no los dirigía Cariclo.

Pero aún le aguardaban a ésta muchas lágrimas, por más que fuese compañía gratísima a Atenea. Un día, se desataron ambas los broches de sus peplos junto a la fuente Helicónide del caballo, la de bellas aguas, y se bañaban. La quietud propia del mediodía se extendía por la montaña. Ambas se bañaban, y era la hora del mediodía, y una quietud perfecta reinaba en aquella montaña. Sólo Tiresias, cuya barbilla empezaba a oscurecer, se paseaba entonces con sus perros por aquel sagrado lugar. Sediento hasta lo indecible, llegó a las ondas de la fuente, ¡desdichado! Y, sin querer, vio lo que no era lícito ver.

Palas Atenea. Parmigianino, ca. 1539. Royal Collection, Windsor

Aunque llena de cólera, alcanzó a decirle Atenea: “¿Qué genio malo te condujo por tan funesta ruta, oh Everida? Vas a salir de aquí con las órbitas vacías”. Habló, y la noche se apoderó de lso ojos del niño. Se quedó quieto, mudo; el dolor trabó sus rodillas y la impotencia apagó su voz.

Y la ninfa gritó: “¿Qué le has hecho a mi hijo, señora? ¿Es así como demostráis vuestra amistad las diosas? Me has quitado los ojos de mi hijo. ¡Niño mío, desventurado! Has visto el pecho y los costados de Atenea, pero nunca más verás el sol. ¡Desgraciada de mí! ¡Oh monte, oh Helicón que nunca más volveré a pisar! Mucho has ganado a cambio de poco: por haber perdido cervatos y corzos, obtienes los ojos de un niño”.

Y la madre, rodeando a su hijo con ambos brazos, entonaba el lamento lastimero de los ruiseñores entre lágrimas tristes, pero la diosa se apiadó de su compañera. Y Atenea le dijo estas palabras: “Mujer divina, retira todo lo que dijiste, inspirada por la cólera. Yo no he dejado ciego a tu hijo. No resulta agradable para Atenea arrebatar lo ojos a los niños. Pero así rezan las leyes de Crono; aquel que vea a alguno de los inmortales cuando ese dios no lo desea, pagará un alto precio por lo que ha visto”.

 

 

Atenea escribiendo. Ánfora, ca. 480 a.C. Antikensammlungen, Munich.

 

Ovidio, Fastos III, 809 ss.

(Traducción Grupo Tempe)

 

Pasa un día por medio y se celebra la ceremonia de Minerva... La belicosa diosa se pone contenta de ver las espadas desenvainadas. Ahora rezad a Palas, tiernas muchachas y muchachos: el que aplaque bien a Palas será una persona instruida. Que las mujeres aprendan a cardar la lana, una vez aplacada Palas, y a descargar las ruecas llenas. Ella también enseña a recorrer la urdimbre estirada con la lanzadera y espesa las madejas espaciadas con el peine. Sé devota de ésta si quitas las manchas a los vestidos estropeados; sé devota de ésta, quienquiera que preparas un barreño de bronce para los vellones. Si Palas es contraria, nadie hará bien las correas de un zapato, aunque el tal sea más mañoso que Tiquio. Y aunque se compare en la habilidad de las manos y saque ventaja al antiguo Epeo, si Palas está irritada, será manco. También vosotros, los que elimináis las enfermedades con el arte de Febo, traed unos pocos regalos de lo vuestro a la diosa. Ni vosotros, maestros, un grupo casi privado de censo, la despreciéis: ella atrae nuevos discípulos; y tu, que le das al cincel y pintas cuadros con colores al incausto, y tú, que con hábil mano das formas suaves a las piedras. Es diosa de mil ocupaciones. Desde luego, es la diosa del poema; si me lo merezco, que asista a mis afanes amigablemente.

 

 

 

©  Henar Velasco López

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